ARTE URBANO

Sin festivales no hay futuro: el arte urbano necesita calle, muros y redes

En la región se realizan entre 70 y 120 festivales y encuentros de arte urbano por año. Son instancias de visibilidad, networking y profesionalización, pero también una responsabilidad compartida entre artistas, gobiernos y empresas.

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Artistas urbanos en el Festival de Arte callejero 20 años.

Por Ignacio Monechesi

Última actualización el 15 de octubre de 2025

El arte urbano nació en la calle, con un espíritu libre y espontáneo. En los últimos años, los festivales se consolidaron como espacios de visibilidad, encuentro y profesionalización que transforman trayectorias. Participar en ellos va más allá de pintar un muro: supone proyectar la obra a nuevas ciudades, públicos y circuitos culturales; y tejer vínculos que luego se traducen en residencias, encargos y nuevas curadurías.

No todo recae en los artistas. Es responsabilidad de los gobiernos municipales, provinciales y nacionales diseñar políticas que fomenten y financien estos eventos, porque generan identidad, cohesión comunitaria y atractivo turístico. A su vez, las empresas tienen una oportunidad real de auspiciar o crear festivales propios: no solo como estrategia de marketing, sino como inversión cultural que dinamiza barrios y conecta marcas con audiencias jóvenes.

Aunque no existe un registro único regional, diversas fuentes señalan que en Latinoamérica se realizan cada año entre 70 y 120 festivales y encuentros de arte urbano y graffiti, considerando tanto festivales grandes como “meetings” temáticos, jornadas municipales y circuitos privados. Los países con mayor actividad son Brasil y México, que suelen concentrar entre 15 y 25 festivales anuales cada uno; Argentina y Colombia, con un promedio de entre 8 y 15; y Chile y Perú, con entre 5 y 10. Ecuador, Paraguay, Uruguay y Bolivia también forman parte de esta red con encuentros que van de 2 a 6 por año. Se trata de un movimiento cultural que crece en diversidad, alcance y profesionalización, y que responde tanto a la fuerza de los artistas como al impulso de políticas públicas y apoyos privados.

Si queremos una escena más profesional y visible, hace falta un compromiso compartido. Los artistas deben postularse de forma constante a todas las convocatorias posibles, documentar procesos y cultivar redes. Los gobiernos tienen la obligación de garantizar líneas de fomento, muros disponibles, permisos y continuidad anual. Y las empresas deben entender que el auspicio de estos eventos no es un gasto accesorio, sino una oportunidad de construir cultura y ciudad.

El arte urbano no solo decora: habla, transforma y conecta. Cada festival es un nodo donde una ciudad se reconoce, una comunidad se organiza y una carrera se proyecta. Esa es la medida real de su importancia.


 

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