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Con su arte, reclama la libertad de Kshamenk, orca cautiva hace más de 30 años.
En el barrio de Caballito, Ciudad de Buenos Aires, una jubilada se dedica a convertir las paredes y objetos en obras que narran historias. Lilita Baldi es una artista autodidacta, transforma elementos rotos y donaciones de vecinos en murales de arte musivo, cargados de memoria, gratitud e inclusión.
El arte de Lilita Baldi surgió de una necesidad profunda de expresión. Tras la construcción de un edificio que le robó la luz natural en su hogar en 2021, la artista encontró en el muralismo musivo una salida creativa a su depresión. El "árbol de la vida" fue su primer trabajo. El mismo lo confeccionó con restos de juguetes, mosaicos y objetos personales, reveló una fascinación por esta técnica milenaria.
Esta manifestación inicial pronto trascendió lo personal. Lilita, con una invitación abierta a sus vecinos para donar cualquier objeto roto "menos el alma", comenzó a coleccionar fragmentos de platos, azulejos, espejos y collares, materiales que hoy dan vida a sus obras. La cerámica, predominante en sus creaciones, aporta textura y durabilidad, pero también preserva los vínculos afectivos que cada pieza representa para el barrio.
Cada mural de Lilita Baldi nace de la interacción y la conexión con la gente, sin bocetos ni proyecciones previas. La artista se sumerge en un "limbo" creativo que da forma a cada obra.
Un ejemplo conmovedor de su trabajo es el Mural "Gracias, doctor" en el Hospital Durand, un tributo al personal de salud pública, tras la pandemia. Este mural, que inicialmente representaba un corazón, se expandió con la colaboración de cien manos, transformándose en un símbolo de gratitud colectiva.
Un homenaje al personal de salud. Hecho con sus propias manos y con la premisa de que el reconocimiento no siempre viene con recursos.
Otro proyecto notable es el Muro de las Creencias, una obra emotiva donde cada participante aportó un objeto que simbolizaba su fe o aspiración. Desde una estampita de la Virgen de Luján hasta el chupete de una niña, estos objetos se integraron y crearon un mosaico de sueños y esperanzas. La Ciudad del Ratón Pérez, impulsada por los niños del barrio, se sumó a sus creaciones con dientes de cerámica enviados desde diferentes lugares.
Lilita Baldi, con su arte, no persigue fines económicos y tiene una filosofía muy clara: "La plata contamina el arte". No cobra por sus creaciones, porque cada obra se nutre de las donaciones de los vecinos y representa un valor sentimental incalculable. Por ejemplo, un plato de una abuela, roto y con inscripciones en hebreo, se convirtió en una pieza central de un mural, digno de la profunda emoción en su dueña cada vez que lo ve.
La historia de Lilita Baldi se centra en sus murales, pero principalmente en su perseverancia personal. A sus 50 años, decidió retomar y finalizar el secundario, muestra de una inquebrantable determinación que la llevó a obtener el mejor promedio de su cursada.
Una de las paredes de la terraza de Liliana.
Hoy, a los 66 años, la artista de Caballito no muestra intenciones de detenerse. El arte de sus obras florece y demuestra que la verdadera belleza reside en los lazos que construimos. Los murales invitan a reflexionar sobre el poder de la creatividad colectiva y el impacto transformador del arte en la vida cotidiana.
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