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ARTE URBANO
[Imagen], por Donde ir.
Diego Rivera fue una figura central del muralismo mexicano, que supo encontrar en los muros el lienzo perfecto para narrar la historia y las luchas del pueblo. En su obra está impregnado el simbolismo político y social que lo hicieron uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Desde sus primeros murales en la Escuela Nacional Preparatoria hasta sus monumentales composiciones en edificios públicos, su trabajo tuvo como objetivo educar y transformar la conciencia colectiva.
En 1931, su reputación lo llevó a recibir una comisión en Nueva York para plasmar su visión en el vestíbulo del recién inaugurado Centro Rockefeller. Nelson Rockefeller, atraído por la destreza y el impacto de su obra, le encomendó la tarea de crear un mural que representara el futuro de la humanidad. La propuesta también fue ofrecida a artistas como Pablo Picasso y Henri Matisse, quienes declinaron la invitación. Rivera, convencido de que el arte debía reflejar las tensiones y dilemas de su tiempo, concibió "El hombre en la encrucijada" como una reflexión sobre la lucha entre el capitalismo y el socialismo.
Diego Rivera junto a un boceto de su famoso mural El hombre en la encrucijada [Imagen], por Facebook @Museo del Palacio de Bellas Artes.
El mural estaba profundamente influenciado por su viaje a la Unión Soviética en 1927, donde había sido testigo de los cambios políticos y sociales tras la Revolución de Octubre. Su estancia en Moscú le permitió interactuar con figuras clave como Anatoli Lunacharski, lo que reforzó su compromiso con los ideales comunistas. En su obra, incluyó el rostro de Vladimir Lenin y referencias al socialismo, elementos que desataron una ola de críticas en un contexto de creciente polarización política en Estados Unidos.
A pesar de la relación cercana entre Rivera y la familia Rockefeller, en particular con Abby Aldrich, madre de Nelson y coleccionista de su arte, la presencia de símbolos comunistas en el mural fue considerada inaceptable. En 1934, la obra fue destruida, un acto que el artista interpretó como un atentado contra la libertad de expresión. La eliminación de "El hombre en la encrucijada" evidenció las tensiones ideológicas de la época y marcó un punto de inflexión en su carrera.
En el centro, un obrero maneja una máquina, como símbolo del poder de la tecnología y la industrialización. A su alrededor, se ven imágenes representativas del comunismo y el capitalismo [Imagen], por Donde ir.
Lejos de resignarse a la censura, el artista decidió recrear su obra en México. Encontró en el Palacio de Bellas Artes un espacio ideal para darle una nueva vida a su mural, rebautizado como "El hombre controlador del universo". Esta versión mantuvo los elementos originales, pero los enriqueció con nuevas figuras y símbolos, lo que fortaleció su mensaje sobre el conflicto entre las fuerzas económicas y políticas del mundo.
El muralismo mexicano dejó un legado indeleble en la historia del arte, y Rivera se erigió como su máximo exponente. Su capacidad para plasmar narrativas poderosas y su convicción de que el arte debía estar al servicio del pueblo lo convirtieron en un referente mundial. A través de sus murales, la historia de México quedó grabada en piedra, cemento y pigmento, resistiendo al tiempo y recordándonos que el arte no solo embellece, sino que también provoca, denuncia y transforma.
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