Los senderos verdes llegaron a toda América Latina como una respuesta transformadora, para convertir áreas marginales en espacios de bienestar comunitario.
Por Agustin Dominguez Prieto | 7 de marzo de 2025
AMBIENT
[Imagen], por El País Uruguay.
La Madriguera es un ejemplo de transformación y creatividad arquitectónica en la metrópoli uruguaya de Ciudad Vieja. Lo que supo ser una casona abandonada por 15 años ahora es un centro cultural, donde el arte vive en cada rincón. La historia comienza con los artistas Micaela Larrocca di Agosto y Tomás de Urquiza, quienes buscaban un hogar. Inicialmente, querían algo sin grandes reformas, pero el potencial del lugar los inspiró a transformarlo. Con esfuerzo y una visión compartida, el proyecto cobró vida gracias a su autogestión y la colaboración de la comunidad.
El estado original de la casa era desolador. No contaba con saneamiento, tampoco agua y estaba ocupada por una colonia de palomas. Sin embargo, Micaela y Tomás, junto a amigos y vecinos, trabajaron arduamente para devolverle la vida. Mantuvieron la estructura original mientras impregnaban el lugar con un nuevo espíritu, convirtiéndolo en un espacio habitable.
Desde su apertura en 2021, La Madriguera tiene un modelo de acceso a voluntad, inspirado en Ensayo Abierto, el espacio cultural donde vivieron anteriormente. Este sistema invita a la gente a contribuir según sus posibilidades, garantizando la sostenibilidad del proyecto con donaciones espontáneas y un fuerte apoyo comunitario.
El nombre tiene una historia aparte. Durante una de sus primeras noches en la casa, la pareja encontró una rata refugiada en la propiedad. Este descubrimiento, sumado a la estructura laberíntica del lugar, los llevó a bautizarlo como La Madriguera, reflejando su esencia singular de refugio.
La Madriguera ofrece talleres de actuación y canto, obras de teatro y residencias artísticas, adaptando el espacio a las necesidades de cada proyecto. Una figura clave en esta transformación fue Alejandra García, integrante del Laboratorio de Improvisación Teatral, quien contribuyó incluso utilizando su propio salario para asegurar el alquiler.
Uno de los proyectos más innovadores es la sala de producción musical. Con materiales reciclados, transformó una habitación en un estudio de grabación completamente funcional. Todos los elementos fueron rescatados de volquetas con un enfoque sustentable y alineado con la filosofía del espacio.
Los artistas en un impasse tras horas de restauración de La Madriguera [Imagen], por El País Uruguay.
Esta casona consiguió algo muy difícil, transformar la percepción del barrio. Los vecinos encontraron un lugar para disfrutar de actividades culturales, espectáculos y encuentros sociales, porque el arte y la colaboración pueden cambiar realidades y unir a la comunidad.
Micaela y Tomás demostraron que no son necesarios grandes recursos para materializar proyectos culturales. Con dedicación y la fuerza de la comunidad le dieron una nueva vida a una casa olvidada, haciendo de ella un espacio de expresión y encuentro. La Madriguera es una muestra de lo que pueden lograr la autogestión y la creatividad, sembrando inspiración para futuros proyectos de recuperación urbana.
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