TURISMO

El mapa de los alojamientos low-cost

Dormir barato sin resignar aventura, ese es el reto que enfrenta la juventud al organizar un viaje. Esta generación transforma limitaciones económicas en experiencias intensas.

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Cada opción revela una lógica distinta, pero todas comparten una misma matriz: el deseo viajar barato, con más conexión y más mundo en la mochila

Por Agustin Dominguez Prieto

Última actualización el 25 de julio de 2025

Miles de jóvenes en todo el mundo abandonan cada año los modelos tradicionales de alojamiento. Rechazan las tarifas infladas, evitan los paquetes turísticos y diseñan rutas propias con una brújula que apunta a una sola palabra: accesibilidad. Con una maleta liviana y una conexión WiFi, estos nuevos nómadas transforman su forma de habitar el mundo y optan por alternativas. que combinan precio bajoexperiencia socialsentido de comunidad

Es ahí que surgen opciones como los colivings, los hostels, el house-sitting y hasta el couchsurfing, que configuran un mapa de hospitalidad disruptiva.

Hostels

Los jóvenes eligen hostels cuando priorizan el encuentro humano sobre la comodidad. Prefieren compartir una habitación con literas antes que aislarse en un cuarto privado. Pagan menos, socializan más y expanden su mundo con cada conversación.

En América Latina, los precios oscilan entre los 8 y los 25 dólares. Esto depende del destino y la temporada. Cuentan con servicios básicos, pero apelan a lo esencial: cama, ducha, seguridad y muchas historias por compartir.

Algunos hostels ofrecen dormitorios colectivos con literas, otros cuentan con habitaciones privadas o compartidas en grupos reducidos [Imagen], por Booking.com.

La Federación Internacional de Albergues Juveniles reportó en 2023 que más del 60 % de los huéspedes en sus establecimientos tenían entre 18 y 30 años. Una cifra que confirma que los hostels resisten y renuevan su atractivo en cada generación.

Colivings

Los colivings combinan el alquiler flexible con espacios compartidos y una programación que promueve el networking. Jóvenes profesionales, artistas digitales y nómadas creativos eligen esta opción cuando buscan algo más que un lugar para dormir. 

En Ciudad de México, Buenos Aires o Medellín cuestan entre 300 y 700 dólares mensuales. Las tarifas incluyen servicios, espacios de coworking, limpieza y actividades culturales. La plataforma Coliving.com indica que las reservas entre personas menores de 35 años crecieron un 40 % en los últimos dos años.

Muchos colivings incorporan programas de bienestar, como clases de yoga, meditación y talleres creativos, para crear un ambiente que no solo potencia la productividad [Imagen], por Psychology Today.

Este tipo de alojamiento ofrece privacidad parcial, pero garantiza conexión humana constante. Proponen vivir en comunidad sin sacrificar la autonomía, y por eso se posicionan como la opción preferida para quienes trabajan remoto y se mueven de país en país.

House-sitting

El house-sitting transforma la forma de pensar el hospedaje. Cambia el dinero por confianza. Permite dormir en casas ajenas, cuidar mascotas, regar plantas o simplemente custodiar la vivienda mientras el dueño viaja. Las plataformas más utilizadas, como TrustedHousesitters (https://www.trustedhousesitters.com/) o Nomador (https://www.nomador.com/), conectan a quienes necesitan cuidar sus propiedades con viajeros responsables.

Los jóvenes optan por estos espacios cuando planean estancias largas. El ahorro es significativo. No pagan alojamiento, pero asumen tareas concretas. Según una encuesta de HouseSitMatch, el 68 % de los cuidadores de casas tienen entre 20 y 35 años, y la mayoría repite la experiencia.

La modalidad requiere crear un perfil verificado, sumar recomendaciones y mantener una reputación intachable. No hay fiestas, no hay caos, solo compromiso. El intercambio se basa en reglas claras y en la certeza de que lo gratuito, cuando hay confianza, también puede ser justo.

Couchsurfing

Por su parte, el couchsurfing lleva más de dos décadas con el ofrecimiento de alojamiento gratuito a viajeros que buscan una experiencia más cercana con la cultura local. La lógica es simple: una persona proporciona su sillón, cama o cuarto libre; otra persona llega, comparte, aprende y se va.

La plataforma oficial introdujo una membresía paga tras la pandemia y miles de personas siguen usándola como punto de partida. El perfil, las reseñas y la química son clave. No hay transacción monetaria, pero sí una emocional.

Los jóvenes lo eligen cuando desean vivir como un local, conocer el entorno desde adentro y ahorrar al máximo. La experiencia es impredecible, pero muchas veces inolvidable. Viajar así implica abrirse, confiar y agradecer.

Hoteles digitales, check-in autónomo y tarifas mínimas

Algunas cadenas hoteleras comienzan a adaptarse al comportamiento millennial e implementaron el modelo 100 % digital. Los huéspedes no pasan por una recepción. Usan códigos QR para acceder a su habitación, realizan el check-in online y acceden a espacios funcionales a precio controlado.

Este modelo conserva la privacidad del hotel tradicional, pero reduce los costos operativos. El resultado es una tarifa más económica, con servicios ajustados al mínimo indispensable. Para jóvenes profesionales que viajan por pocos días optan por esta fórmula cuando quieren descansar sin gastar ni socializar demasiado.

Los hoteles digitales ocupan un segmento específico: el del viajero funcional, breve, autónomo. Representan una evolución silenciosa dentro del sistema tradicional de hospedaje.

Los jóvenes exploran el mundo con recursos limitados, pero con ideas infinitas. Transforman el hospedaje en una elección consciente, estratégica y creativa. Reemplazan la comodidad pasiva por la experiencia activa. 
 

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