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MÚSICA
Influencer, productor, beatmaker, tiktoker, eso y mucho más es Domi.
En una habitación que respira creatividad y late al ritmo de un teclado, Domi arma su imperio sonoro, golpe a golpe. Con TikTok como plataforma (@agus_domii) y la pasión como motor, este creador de beats llegó para romper barreras y paradigmas. Empezó con teclas desafinadas y tutoriales de YouTube, ahora suena fuerte en miles de dispositivos, como el eco de una generación autodidacta que toma el control de su destino.
La historia de Agustín Domínguez, de 22 años y oriundo de Buenos Aires, arrancó cuando su hermano mayor tocaba acordes en una guitarra vieja, haciendo que el sonido llenara las paredes. Domi quiso unirse a la melodía, pero encontró refugio en el piano. Fue inspirado por artistas callejeros y creadores digitales, que lo llevaron a aprender sin maestros ni academias. "Soy muy autodidacta", dice, recordando las madrugadas de dedos inquietos frente a tutoriales pixelados. Ese esfuerzo se convirtió en su firma: un estilo propio que le voló la cabeza a más de uno.
En cuanto a su nombre artístico, surgió espontáneamente en sus épocas escolares como un sobrenombre derivado de su apellido. Este le valió para su desarrollo como influencer
ya que cuenta con ventajas clave como la facilidad de recordarlo, el impacto visual y practicidad para redes sociales, donde la brevedad es fundamental búsquedas y hashtags efectivos.
Al principio, los videos se perdían entre el ruido de TikTok, pero todo explotó con “Sign of the Times”, de Harry Styles. Ese video, grabado con más ganas que recursos, pegó 100 mil vistas en un día. "Cuando vi el +99 en las notificaciones, me quedé helado", confiesa con una sonrisa de quien todavía siente el cimbronazo. Aquel fue el punto de quiebre.
Domi no se queda solo con los teclados; el beatmaking es su otra gran batalla. Desde 2018, juega con FL Studio como si fuera una consola de videojuego. Cada clic, un paso. Cada sample, una idea. Desde bases melancólicas hasta trap explosivo, su sonido se siente crudo, callejero y sin filtro. A veces, el proceso es una maratón de días; otras, una carrera relámpago de horas. Pero siempre con el mismo objetivo de lograr que la gente mueva la cabeza al ritmo de sus beats. “Cada producción tiene algo que la otra no; es un constante level up”, afirma con orgullo.
En sus auriculares suenan Khea y Duki, leyendas del trap argentino que lo impulsan a seguir rompiendo barreras. Domi admira su música, pero principalmente la visión que los llevó del barrio a los escenarios más grandes del mundo. Esa inspiración se nota en sus propias interpretaciones sad, donde cada nota cuenta una historia. "El trap es una catarsis, ideal para soltar lo que llevás adentro", explica.
¿Cómo hace para combinar la música, sus estudios de ingeniería y un trabajo que lo mantiene activo? Organización. “Todo tiene un propósito. Si no, no estaría acá”, expresa con seguridad. La disciplina es evidente, porque mientras otros abandonan cuando el algoritmo no ayuda, él sigue firme, golpeando teclas y subiendo contenido con la misma pasión que al inicio. "Si querés que algo pase, tenés que bancártela y seguir dándole", agrega.
Domi ya está armando tracks con amigos, fusionando trap y reguetón para lograr un sonido que se escuche fuerte y distinto. Pero no se conforma, su visión incluye colaboraciones con otros artistas, tanto de la escena under como de la industria. "Sueño con grabar con Khea y Duki, pero también quiero levantar a los pibes que están empezando", confiesa, demostrando que la humildad y las ganas van de la mano en su viaje.
Además, dejó un mensaje directo para quienes sueñan con ser creadores: "Olvidate de lo que piensen los demás y tirate a hacerlo. La constancia es lo que te lleva lejos". Afirma que cada intento suma, aunque al principio los resultados no sean los esperados. El camino, según él, es parte del disfrute: "Si no te divertís en el proceso, ¿cuál es el sentido?".
En el estudio casero de Moli, en pleno proceso de creación.
Entre tanto ruido digital, Domi no olvida a los suyos. La mamá y el papá, que celebran cada logro como si fuera el primero, su hermano, la chispa inicial, y su mejor amigo, Moli, quien lo llevó de los tutoriales a las primeras bases. Ellos son el soporte invisible que lo mantiene firme. "Sin ellos, no estaría ni cerca de donde estoy", sostiene con gratitud.
Con dedos que nunca se detienen y beats que explotan los parlantes, Domi escribe su propia historia en tiempo real. De una habitación que respira esfuerzo a un escenario digital (@agus_domii) que lo catapulta al mundo, su música no solo suena, se siente.
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Este será el inicio de una era más madura y auténtica. Una transformación que va más allá de un simple cambio de seudónimo y coincide con el lanzamiento de su álbum "Casa 11".