ARTE URBANO

La historia del movimiento “NO ME BAÑO”

Esta corriente, que se encuentra en una delgada línea entre el vandalismo y el arte urbano, capturó la imaginación de muchos y generó tanto admiración como controversia.

Portada de La historia del movimiento “NO ME BAÑO”

[Imagen], por El Eco.

Por Agustin Dominguez Prieto

Última actualización el 17 de octubre de 2024

En las calles de Buenos Aires, un enigmático fenómeno irrumpió con fuerza y desafió las convenciones del arte urbano. La frase "No me baño", que adornaba discretamente algunos espacios, se convirtió en una icónica declaración en las paredes, persianas, techos y tachos de basura de la capital argentina.

El surgimiento

La esencia del movimiento radica en su capacidad para provocar y desconcertar. Se originó entre un grupo de skaters, conocido como "No me baño", que, tras recibir el apodo de manera despectiva, decidió adoptarlo y llevarlo a la esfera pública a través del graffiti. La frase resonó en el imaginario y se convirtió en un símbolo de rebeldía y originalidad.

En la Ciudad de Buenos Aires, la corriente juvenil dejó su huella en un flanco de un edificio [Imagen], por Indie hoy.

Influencia del graffiti

Al igual que el graffiti neoyorquino de los años 70, que se manifestaba en los trenes y en las calles con tags y firmas, "No me baño" encontró su lugar en el paisaje urbano de Buenos Aires y navega entre aguas turbulentas. Este ofrece una estética que desafía las normas y, al mismo tiempo, se enfrenta a la desaprobación de algunos sectores de la sociedad.

La dinámica del graffiti, por su naturaleza, es territorial y provocativa. Es una forma de expresión que choca, tal es así, que con frecuencia es percibido como vandalismo por aquellos ajenos a la práctica, mientras que para los artistas es una forma legítima de intervención urbana. En el caso de "No me baño", la frase en sí misma actúa como un lienzo en blanco que invita a una libre interpretación.

Evolución y popularidad

A diferencia de otros grupos que operan con siglas o nombres enigmáticos, "No me baño" adoptó una forma más explícita de comunicación. Inicialmente representados por las siglas NMB, comenzaron a utilizar la frase completa en sus pintadas, lo que generó una mayor visibilidad. La frase, que puede parecer trivial, desencadenó un fenómeno cultural.

El movimiento creció en popularidad y las redes sociales jugaron un papel crucial en su difusión. Las imágenes de las pintadas, acompañadas por hashtags y publicaciones en Instagram, permitieron a los seguidores compartir y celebrar su presencia en diferentes rincones de la ciudad. Esta estrategia, que contribuyó a su expansión, creó una comunidad en torno a la frase y fomentó la participación de sus admiradores.

Identidad e interpretaciones

Con un desafío constante a las normas de limpieza y presentación personal, proponen una visión alternativa que celebra la libertad e individualidad. En un contexto donde la apariencia se asocia con el estatus, ellos muestran una perspectiva refrescante. De esta manera, dejaron una marca en la cultura popular e influenció la moda, el arte y la música. Artistas y creadores exploraron temas relacionados con la identidad y la autoaceptación, inspirados por la filosofía de "No me baño". 

Es importante reconocer que no es un fenómeno monolítico porque dentro del movimiento, existen múltiples interpretaciones. Esta diversidad añade una capa de complejidad al fenómeno y lo hace aún más fascinante de explorar.

La frase, que inicialmente podía parecer un simple acto de provocación, se convirtió en un símbolo. A pesar de la controversia y las críticas, ofrecen una reflexión sobre la relación entre la apariencia, la higiene y la identidad y promueve una visión más flexible de la autenticidad.

A la izquierda, una casa abandonada revitalizada mediante graffitis y dibujos. A la derecha, un cerco usado por el área de tránsito del gobierno porteño también intervenido por NMB [Imagen], por Indie hoy.